Era la época brillante del Colegio San Juan de Letrán. A él le prometimos recordar estas anécdotas, pero vamos con el cuento. Con el tiempo, ahora, podemos notar que aquello era una expresión de un niño con talentos prematuros especiales. Cuando en la escuela, nosotros estábamos hablando de cualquier tema infantil o de adolescentes, salía Gustavito con sus desplantes: -¡ayer vi la vecina por un huequito, que yo mismo hice en la pared de bahareque, que da exactamente al baño!.
Siempre había una anécdota de este tipo en boca del muchacho. Por encima de la cerca de la casa, por una rendijita, etc. En clases era el que sentaba en primera fila para cazar cualquier descuido de la maestra y verle sus prendas íntimas. Pero lo más importante era que lo pregonaba: ¡Son blancas!...¿Son amarillas!...Con el tiempo nos enteramos que cuando a usted le enseñaban o veía más de lo que permitía la época, hablando de las partes femeninas, por cierto bastante modesta comparada con la actualidad, eso se llamaba picón. Verbigracia, para ver un picón en los años 30 o cuarenta, era extremadamente difícil ya que las damas llevaban faldas hasta más abajo del talón, además de todo el trapero que se ponían debajo.
Gustavito era especialista para ver picones en las escaleras, se fajaba zumbándose al piso, para observar con detalle, pero con la delicadeza que no lo descubrieran. Era un niño prematuro.
No hubo maestra o profesora que no pasó por la mirada escudriñadora de este muchacho. Cada día como parte de las lecciones, también sabíamos cual era el color de las pantaletas de la maestra. ¡Que cosas!
Sin duda que era un niño prematuro, ya que mientras los demás estábamos pendientes de las sumas, de las multiplicaciones, de las partes de las hojas o de Moral y Cívica, él estaba pendiente de verle las partes íntimas a las docentes.
No sabemos si todavía Gustavito sigue con sus talentos especiales, ahora con prematuros cincuentones, o si dejó de eso. Pero a decir verdad el muchacho era prematuro, muy prematuro
Siempre había una anécdota de este tipo en boca del muchacho. Por encima de la cerca de la casa, por una rendijita, etc. En clases era el que sentaba en primera fila para cazar cualquier descuido de la maestra y verle sus prendas íntimas. Pero lo más importante era que lo pregonaba: ¡Son blancas!...¿Son amarillas!...Con el tiempo nos enteramos que cuando a usted le enseñaban o veía más de lo que permitía la época, hablando de las partes femeninas, por cierto bastante modesta comparada con la actualidad, eso se llamaba picón. Verbigracia, para ver un picón en los años 30 o cuarenta, era extremadamente difícil ya que las damas llevaban faldas hasta más abajo del talón, además de todo el trapero que se ponían debajo.
Gustavito era especialista para ver picones en las escaleras, se fajaba zumbándose al piso, para observar con detalle, pero con la delicadeza que no lo descubrieran. Era un niño prematuro.
No hubo maestra o profesora que no pasó por la mirada escudriñadora de este muchacho. Cada día como parte de las lecciones, también sabíamos cual era el color de las pantaletas de la maestra. ¡Que cosas!
Sin duda que era un niño prematuro, ya que mientras los demás estábamos pendientes de las sumas, de las multiplicaciones, de las partes de las hojas o de Moral y Cívica, él estaba pendiente de verle las partes íntimas a las docentes.
No sabemos si todavía Gustavito sigue con sus talentos especiales, ahora con prematuros cincuentones, o si dejó de eso. Pero a decir verdad el muchacho era prematuro, muy prematuro