2/25/2008

Crónicas: Amor en tiempos difíciles

En esa época era sumamente difícil hablar con las chicas, eran enamoramientos a distancia. Imagínese, la chica estudiaba en un colegio sólo para señoritas y el enamorado, en uno para caballeros. Tenía que verla en las primeras horas de la noche, pero de lejito.

Si usted tenía bicicleta, podía pasar disimuladamente. Conozco un caso de un amigo muy faramallero o sea muy salido y acostumbraba tirar pinta en su bicicleta cerca de la casa de la novia. Ese día cerca del cruce de la calle habían recogido una arena de su querida y por supuesto, quedaron esos granitos peligrosos para colearse. Mi amigo se echó una coleada con su bicicleta y cayó de largo a largo. Pero ustedes saben que en estos casos, generalmente, el accidentado debe levantarse y sacudirse sin quejarse. Usted tiene que parase a sobarse al cruzar la esquina. Todo un machote.

Y si usted tenía carro, cosa muy difícil, podía utilizar los servicios de un amigo. Según las encuestas de la época los novios pasaban no menos de 80 veces por la casa de la novia. Por favor, no exagero, pregunten. Eran los años de la gasolina barata, además eso lo pagaba el papá, dueño del carro.

Si lograba acercarse a la casa, era por una conocida ventanita, donde no se sabía con quién estabas hablando, pero bueno, esas eran cosas del amor. Además debía estar pendiente de la llegada de algún familiar, sobre todo la mamá.

Algunos aventureros y con habilidades musicales, se aparecían una noche de esas con un grupo musical. En muchas oportunidades, le dabas serenata a una hermana de la novia, a un hermano o en el mejor de los casos a la mamá, que muchas veces, ni corta ni perezosa, agarraba el vaso de noche o bacinilla y despedía a los cantantes de una manera aguada y calientita

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